Hay historias que parecen cuentos de hadas.

Aquellas en las que el vaivén de la vida puede hacerte tocar fondo (y tal vez empezar a cavar como decía el gran Freak Antoni) e inmediatamente después proyectarte al Paraíso, un lugar que tal vez pensabas que sólo existía para los ricos, los bellos y los verdaderamente afortunados.

La historia de Pablo “El flaco” Vicò es una de ellas.

Pablo vive en la pequeña ciudad de Adrogué, a poco más de 20 km al sur de Buenos Aires.

Unos cientos de casas rodean una parada de estación en esta pequeña ciudad del área metropolitana de Buenos Aires.

Pablo, desde la edad de la razón, ha tenido una gran pasión; el marrón, o más bien el marrón del Club Atlético.

El equipo de su ciudad.

Este pequeño y orgulloso club que en sus 70 años de historia (la fundación data de marzo de 1945) ha pasado más de la mitad de ellos en Primera C (la cuarta serie del fútbol argentino) con breves y fugaces apariciones en la categoría superior.

Pablo también jugó allí en su juventud para su querido Brown. Es un buen “9”, de los que luchan en todos los balones, de los que corren como locos por todo el frente de ataque y de los que, cuando consiguen liberarse en el tiro, puede dañar a los adversarios.

Una vez finalizado este periodo, se convierte en uno de los pocos cientos de aficionados fieles y apasionados que siguen a este equipo a todas partes, y todo el mundo conoce a este hombre bigotudo, casi sin piel, con el omnipresente cigarrillo entre los labios.

Cuando llega la oportunidad de echar una mano a la cantera del club, a Pablo le parece el cielo.

Pero la vida comienza a pasarle la factura, algo que le ocurrirá una y otra vez, disparándole en esta loca montaña rusa que parece no querer dar tregua a este hombre bueno y bondadoso.

Pablo pierde su trabajo y con el trabajo la posibilidad de pagar un alquiler.

A él y a su familia les espera un futuro en la miseria, algo que no es ajeno al pequeño barrio.

Su club se acuerda de él.

Le ofrecen la posibilidad de ser cuidador del club. Abre las puertas a los jugadores y a los funcionarios, mantiene limpia la sede del club, cuida el campo de juego y el estadio, incluso las pistas de tenis adyacentes.

Incluso le encuentran dos habitaciones dentro del Club para vivir.

Los años de amor incondicional a Brown no han pasado desapercibidos.

A Pablo ya le parece lo máximo. Vive “dentro” del Club que ama.

Ciertamente, no navega en oro, pero tiene un techo, algo de comida en su plato y… ¡puede ver a su Brown gratis!

Pero lo mejor está por llegar.

Como ya se ha dicho, ayuda en las categorías inferiores y, en ocasiones, incluso se incorpora a la plantilla del primer equipo.

Pablo entiende de fútbol. Quiere a Marcelo Bielsa y a Ángel Cappa.

Como “los que hacen jugar al fútbol a sus equipos”.

Brown sigue sin levantar cabeza en la serie C argentina, pero en 2009 la posibilidad de descender a la Primera C (algo que no ocurría desde 1996) es clara.

Y entonces a alguien del club se le ocurre una idea: “Perdona, pero ¿quién es el que realmente conoce este club, los jugadores, la directiva y cada césped de la cancha y cada trozo de hormigón de las gradas? Este hombre es Pablo Vicó y es el único que realmente puede enderezar este lugar’.

Parece una locura.

Pero a veces se producen locuras.

A Pablo se le confía el primer equipo.

Junto a él están sus amigos de toda la vida.

El impacto es inmediato. No sólo tiene las ideas claras como “entrenador” (jugamos con el balón en el suelo, nada de pelotazos y quien pueda regatear a un rival… ¡es libre de hacerlo!

Los jugadores le adoran, se dejan el alma por él en el campamento.

Y los mima o los regaña como un padre regaña a sus hijos.

Los entrenadores podemos corregir los detalles de un futbolista, pero es el valor del hombre lo que también marca la diferencia en el campo”. Esto es lo que dice y en lo que cree ‘El Flaco’.

Construir un equipo no es algo que se haga en unos pocos meses.

Se necesita paciencia, dedicación, observación y escucha.

Y en junio de 2013 Pablo Vicó y su Brown reescribieron la historia de este pequeño club.

Brown llegó a la final de los play-offs de ascenso a la Primera B Nacional, la serie B argentina.

Se reduce a los penaltis contra Almagro.

Brown gana.

Pablo es llevado en triunfo como un héroe, como una estrella o un icono del rock.

Ahora todo el mundo le llama “Don Ramón”.

Al día siguiente se le puede encontrar ayudando a colocar la pista de tenis del club.

Pero “El trico” (así se llama el Club) no navega en oro, la Serie B argentina es dura.

Todo lo que puede salir mal lo hace. Lesiones, postes y travesaños, incluso alguna que otra decisión arbitral… el caso es que Brown vuelve, ni siquiera un año después, a la serie C argentina.

En prácticamente todas las latitudes el descenso significa una cosa: el despido del entrenador.

En el Club Atlético Brown no funciona así.

Pablo Vicó sigue siendo intocable en su banquillo.

Todos saben muy bien, tanto los aficionados como los directivos y los jugadores, que un entrenador y, sobre todo, un HOMBRE así, es un verdadero lujo para un club así.

Y Pablo ni siquiera se plantea marcharse, a pesar de que algún otro club de Primera B Nacional le ha echado el ojo a este pajillero bigotudo.

Vive “de” y “para” Brown.

Y así comienza una nueva temporada.

Es febrero de 2015

Hay una banda de matones que lleva tiempo poniendo en jaque al barrio y sus alrededores. Roban en pequeñas tiendas y negocios, pero sobre todo están especializados en el robo de coches.

Es la 1.30 p.m. del 5 de febrero.

La banda en cuestión acaba de robar un VW Golf, pero esta vez la policía está cerca.

Comienza una furiosa persecución por las calles de Adroguè.

Los delincuentes pierden el control del vehículo, que se estrella contra una pequeña furgoneta blanca.

El conductor es un hombre de 40 años que se dirige al trabajo.

Es Cristian Gabriel Vicó, hijo de Pablo.

Tras cuatro días de agonía, Cristian muere.

Pablo y su familia están destrozados.

Ni siquiera el fútbol, su amado Brown, parece capaz de cerrar esta herida.

El pueblo de Adroguè se reúne en torno a él.

Se multiplican los mensajes de cariño, las visitas al club aunque sólo sea para darle una palmadita en la espalda a Pablo o unas palabras de consuelo.

De todos modos, siempre está ahí. Sigue viviendo en las habitaciones que el Club ha puesto a su disposición, dentro del estadio. Durante casi 15 años.

Pablo se recupera lentamente. Su Brown sigue jugando bien al fútbol y las victorias empiezan a llegar en serie.

Todo se reduce al último partido del campeonato. Brown llegó allí como 2º en la clasificación, a un punto del líder, Estudiantes de Buenos Aires.

Brown juega fuera de casa, contra el Deportivo Morón.

El resultado es 1:1. No es suficiente para volver a la Primera B Nacional, también porque Estudiantes empata su partido.

El partido está terminando. Ha comenzado el cuarto y último minuto del tiempo añadido.

Hay un rincón para Brown. El balón salpica salvajemente hacia el área de meta.

Parece un balón inocuo, pero en el segundo palo llega como una furia el defensa Juan Manuel García.

Está en el lugar adecuado en el momento adecuado. Como los héroes de los cuentos de hadas.

Su gol devolvió a Brown Adroguè a la Serie B.

A continuación, las imágenes del final del partido.

No es necesario hacer ningún comentario. Pablo Vicó sólo pide salir por un momento de ese caos.

Se vuelve hacia el cielo y luego se arrodilla. Cristian Gabriel desde arriba, está seguro, le echó una mano.

El Marrón vuelve a la Primera B Nacional. Pablo Vicó y su hazaña están en todos los medios de comunicación argentinos.

Todo el mundo conoce su increíble y conmovedora historia.

Y una vez más es el Paraíso, aunque ciertas cicatrices nunca puedan cerrarse.

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Es el 15 de diciembre de 2016.

Mi pequeño homenaje al ‘Flaco’ ya está prácticamente listo.

Pero la loca montaña rusa que es la vida de este hombre decide dar otro giro.

Pablo cae enfermo. Un fuerte dolor en el pecho.

Lo llevan de urgencia al hospital. Es un ataque al corazón.

Los últimos informes hablan de un estado estable y los médicos son optimistas.

‘Evoluciona favorablemente’ dicen por ahí.

La cirugía aún no se ha evitado.

Todo un barrio está con la respiración contenida.

Vamos Pablo… aún quedan muchas vueltas en la loca montaña rusa que es tu vida.

Y así será.

Pablo Vicó se recuperó totalmente y hasta el día de hoy sigue dirigiendo al querido Club Atlético Brown por novena temporada consecutiva, con resultados cada vez mejores, tanto que ya es una presencia consolidada en la Primera B Nacional, la serie “B” del fútbol argentino.

Y así será durante quién sabe cuántos años más, esperan los fans de ‘El Trico’ de Adroguè.

Aficionados que saben que después de cada gol la segunda mirada de Pablo siempre será hacia ellos… pero la primera siempre será hacia el cielo, hacia su querido Cristian.

… es muy bonito cuando los cuentos de hadas no quieren saber cómo terminar …

Esta es una de las 21 historias que se cuentan en http://www.urbone.eu/obchod/storie-maledette