PIERLUIGI “TYSON” CASIRAGHI: Un guerrero NUNCA se rinde
Es el 8 de noviembre de 1998.
En Upton Park se disputa uno de los derbis londinenses más sentidos.
El West Ham de los jóvenes y prometedores Frank Lampard y Rio Ferdinand recibe al Chelsea de Gianluca Vialli, un equipo que gracias al injerto de grandes jugadores como Gianfranco Zola, Roberto Di Matteo, Marcel Desailly ha vuelto a la cima del fútbol inglés y europeo, tras haber triunfado en la Recopa la temporada anterior.
El West Ham ha empezado muy bien la temporada y viene de cosechar un brillante triunfo a domicilio ante el Newcastle. El protagonista fue el “viejo” Ian Wright, que, aunque en el ocaso de una gran carrera, aún puede “encontrar” la portería contraria con facilidad. El Chelsea, tras un difícil inicio de temporada, se recupera poco a poco y escala rápidamente a lo más alto de la clasificación.
El comienzo es de la marca ‘claret & blue’.
Fue un tiro libre (en absoluto irresistible) de Neil Ruddock el que adelantó a los locales.
El Chelsea reaccionó con vehemencia.
A los 24 minutos de juego fue Gianfranco Zola quien recibió el balón en el tres cuartos derecho de la defensa de los Hammers.
Miró hacia el centro y vio cómo Pierluigi Casiraghi le ponía el centro en el primer palo.
El balón de Zola es perfecto.
Rodea la espalda de la defensa.
El nuevo fichaje de los Blues, llegado del Lazio en verano, se abalanzó sobre el balón como una furia, pero antes de que pudiera dar un toque que casi con toda seguridad sería un tiro seguro, el joven Ferdinand, con una exquisita intervención acrobática, batió a Casiraghi por una fracción de segundo.
Casiraghi, sin embargo, ya estaba en la escapada.
El guardameta Hislop (193 centímetros para casi 90 kilos de peso) también se lanzó a por el balón, pero también él se anticipó por poco a su compañero.
El choque entre ambos es inevitable.
En el momento en que Casiraghi pone el pie derecho en el suelo, Hislop cae sobre él con todo su peso.
Casiraghi permanece en el suelo, inmóvil.
Sólo puede gritar de dolor y levantar el brazo derecho para pedir ayuda.
Casiraghi abandona el campo en camilla.
En un campo de fútbol, con un dorsal sobre los hombros y un uniforme de fútbol, Pierluigi Casiraghi no volverá a pisarlo.
Sólo tiene 29 años.
Su lesión es una de las más horrendas que se han visto en un campo de fútbol.
Nada se ha salvado en la rodilla de ‘Tyson’ Casiraghi.
Cruceta anterior y posterior, colateral y menisco.
Por si fuera poco, hay una lesión irrecuperable en el nervio ‘ciático poplíteo externo’, que es básicamente el que sirve para coordinar los movimientos de la parte inferior de la pierna y el pie.
Pierluigi Casiraghi no se rinde.
Su coraje en el campo es proverbial, y también lo es fuera de él.
Meses y meses de reeducación, operaciones, pruebas y esperanzas.
No se pudo hacer nada.
En agosto de 2000, con sólo 31 años, Gigi cuelga las botas.
Demasiado pronto.
Casiraghi aún tenía mucho que dar y seguramente habría ganado su “apuesta” inglesa y quizás recuperado “su” puesto en la selección nacional de Dino Zoff.
No fue posible.
‘Tenía que ser así’, dice Gigi en prácticamente todas las entrevistas con esa serenidad y ese toque de fatalismo.
Casiraghi siguió en el fútbol, como entrenador (entre otras cosas de una gran y desafortunada selección sub-21), colaborando a menudo con su amigo Gianfranco Zola hasta abril de 2017 en Birmingham, en la Championship inglesa.
Pronto llegarán más oportunidades, porque el fútbol italiano necesita de verdad, de verdad, a alguien de la experiencia y la inteligencia de Pierluigi Casiraghi.
“Si el fútbol se jugara parado, probablemente ni siquiera podría jugar en la Serie C. Pero el fútbol es un juego de movimiento y en ese momento se convierte en uno de los delanteros más fuertes”. Pero el fútbol es un juego de movimiento y en ese momento se convierte en uno de los delanteros más fuertes”.
Así definió Arrigo Sacchi a Pierluigi Casiraghi.
Resumían de manera excelente las características de este delantero, que en su carrera dividió como pocos la opinión de aficionados y entendidos, entre los que no le querían demasiado por su técnica no precisamente excelente y los que en cambio estaban locos por él por sus cualidades físicas, morales y de carácter.
Desde su debut con el Monza, donde formó una devastadora dupla atacante con Maurizio Ganz, “Gigi” Casiraghi destacó enseguida por esas características que le acompañarían a lo largo de toda su carrera.
Un gran dinamismo, una garra y una determinación fuera de lo común y, sobre todo, un “físico” explosivo que le convertían en un cliente realmente duro incluso para los defensas centrales más rudos y agresivos.
Su mejor habilidad técnica es su extraordinaria capacidad acrobática.
Giros, centros, cabezazos en picado y, sobre todo, una elevación impresionante.
Casiraghi parece un futbolista salido de los años setenta.
Un Boninsegna, un Pulici, un Prati o un Riva (que diría de Casiraghi “es el futbolista moderno que más se parece a mí”).
En resumen, uno de esos “animales” del área siempre dispuestos a meter la cabeza donde los demás temen pisar.
En realidad, Pierluigi sí tiene un ídolo.
Él, que siempre ha sido hincha del Milan, creció en el mito de Mark ‘Atila’ Hateley, quien, aunque sólo fuera durante unas temporadas en el Milan, enamoró al pueblo rossonero precisamente por las características que Casiraghi parece haber heredado en su totalidad.
Los grandes clubes de nuestra liga se dieron cuenta muy pronto del gran valor de este delantero. Milán y Juventus, en particular, compiten por él por miles de millones.
Fueron los bianconeri quienes salieron ganando.
Un partido de la Coppa Italia entre el Monza y el Juventus parece haber sido decisivo.
Casiraghi fue marcado por el gigante Sergio Brio, no precisamente un señor. Brio le pegaba, pero el “pequeño” respondía golpe a golpe, utilizando sus hombros, codos y ese físico robusto y ágil.
Al final del combate, Brio se acerca a Boniperti. “Presidente, ese Casiraghi es un gladiador. Una fuerza de la naturaleza. Nos vendría bien alguien así”.
Boniperti confió en su rocoso defensa, superó la competencia del AC Milan (que “reculó” en Marco Simone) y fichó por los bianconeri.
Permanecería en la Juventus cuatro temporadas, con altibajos, con algunas grandes satisfacciones (el triunfo en la primera temporada en la Copa de la Uefa y la Coppa Italia) y algunas decepciones (la escasísima utilización en la última temporada, cerrada por jugadores de la valía de Vialli, Roberto Baggio, Ravanelli y el alemán Moller).
En este punto la decisión, dolorosa pero acertada, de dejar a los bianconeri para fichar por el Lazio donde Gigi encontró a su mentor Dino Zoff.
Mientras tanto, Gigi Casiraghi se incorporó a la selección italiana, donde encontró en Arrigo Sacchi a un gran admirador.
Formó parte de la expedición azzurra al Mundial de Estados Unidos 1994 y en la Eurocopa de 1996 fue titular indiscutible en el centro del ataque junto a Gianfranco Zola (con quien cimentaría una profunda relación de amistad y colaboración profesional).
Fue precisamente en aquella Eurocopa donde Casiraghi jugó probablemente el partido de su vida, al marcar el doblete decisivo en el partido inaugural contra Rusia… ¡sólo para encontrarse en el banquillo en el partido contra la República Checa, que prácticamente nos costó la clasificación para la siguiente ronda!
En su primera temporada en el Lazio, Casiraghi formó una excelente pareja de ataque con Beppe Signori. Los pocos goles (4) que marcó el bombardero de Brianza aquella temporada no deben engañar.
Casiraghi luchaba como un león, abría espacios y servía de pie y de cabeza a su compañero, quien, gracias al minucioso trabajo de Gigi, pudo “liberar” su mortífero disparo con la zurda.
El público del Lazio es de todo menos imperturbable.
No mide la valía de Casiraghi con goles, sino con el sudor y el coraje que “Tyson” (éste es el apodo que le darían) pone en cada partido durante los 90 y pico minutos que dura el encuentro.
En noviembre de ese año, sin embargo, todo pareció cambiar, obviamente para peor para Casiraghi.
El Lazio compró otro delantero… ¡y qué delantero!
Se llama Alen Boksic.
El croata llegó recién proclamado campeón de Europa con el Olympique de Marsella y para Casiraghi volvió la pesadilla de la última temporada en el Juventus: con un contendiente de ese nivel, el riesgo de volver a sentarse en el banquillo se daba casi por hecho.
Zoff favorecía casi siempre a la pareja Boksic-Signori y Casiraghi casi siempre jugaba.
La temporada siguiente vio la llegada del bohemio Zdenek Zeman al banquillo del Lazio.
Casiraghi estaba divino en el Roma, la afición le quería y él sólo quería corresponder a ese cariño con las actuaciones que en el fondo sabía que era capaz de dar.
Pero hay muchas dudas.
¿Y si Zeman hace lo que hizo Zoff?
No lo hará.
Zeman no puede prescindir de jugar con tres delanteros y el hecho de contar con tres jugadores de este nivel es una oportunidad inmejorable para el bohemio.
Casiraghi, que básicamente tendría que hacer el trabajo “sucio” para dos bombarderos reconocidos como Signori y Boksic, se volvería en realidad tan letal como siempre, marcando 12 goles en su segunda temporada (la primera con Zeman) y hasta 14 en la siguiente.
“Nunca había luchado tanto en los entrenamientos, ni antes ni después. Durante la semana era una tortura. Pero los domingos nos lo pasábamos como nunca. Para Zeman el fútbol era un 90% ofensivo y un 10% defensivo. Jugué los mejores años de mi vida con él y aprendí más de él en esos dos años que en el resto de mi carrera”, recuerda Casiraghi en cada ocasión que habla del técnico bohemio.
Una cuaterna de goles contra la Fiorentina, un maravilloso gol acrobático en el derbi romano.
(lazio vs fiorentina)
(lazio vs roma)
Pero “Zemanlandia” también llegó a su fin para los biancocelesti.
Un comienzo sin color en la temporada 1996-97 le costó el puesto al técnico bohemio, y Dino Zoff dirigió al Lazio hasta el final de la temporada, que no obstante terminó con un halagador cuarto puesto, aunque por debajo de lo esperado, sobre todo después de los dos campeonatos anteriores.
En la temporada siguiente, la cuarta de Casiraghi en el Lazio, se repitió la película ya vista en el Juventus.
Llegó Sven-Göran Eriksson, un entrenador sueco capaz de grandes triunfos europeos con equipos que no estaban en la máxima categoría, como el Benfica y, sobre todo, el Goteborg (al que incluso llevó al triunfo en la Copa de la Uefa) y que venía de cosechar unas temporadas antes excelentes resultados en el banquillo de su prima, la Roma.
Con Eriksson llegó también Roberto Mancini que, con Signori, Boksic, Rambaudi y Nedved, hizo muy poblado el departamento ofensivo de las ‘águilas’ biancocelesti.
El verano siguiente era el Mundial de Francia y Casiraghi quería a toda costa un puesto en la selección de Cesare Maldini.
El miedo a no poder tener un papel protagonista en el equipo, con la consecuencia de desaparecer del radar de la selección, son preocupaciones más que justificadas para un chico equilibrado e inteligente como Casiraghi.
El amor por los colores blanco y azul, por la ciudad y esa relación especial que se ha creado con la afición desde las primeras salidas en los amistosos del verano de 1993 acabaron por convencer a Gigi para quedarse.
No sería una temporada asombrosa en el Campeonato (sólo un 7º puesto), pero en las Copas el Lazio daría lo mejor de sí mismo, ganando la Coppa Italia en la final contra el AC Milan y llegando a la final de la Copa de la Uefa, luego perdida ante el Inter de Ronaldo.
Al Mundial, sin embargo, no irá Casiraghi. Inzaghi y Bobo Vieri son preferidos a él.
La cosa no acaba ahí.
Este último fue comprado por el Lazio justo al final del Mundial.
Casiraghi se ve realmente obligado a cambiar de aires.
Llega una oferta tentadora, que es también un magnífico desafío personal; el Chelsea de Luca Vialli lo quiere a toda costa.
Allí ya hay otros dos compatriotas además de Vialli como entrenador/jugador: su amigo Gianfranco Zola y el fuerte centrocampista Roberto Di Matteo.
La liga inglesa parece hecha a la medida de Casiraghi.
Cada partido es una batalla, la confrontación física no sólo es aceptada sino fuertemente deseada por el público.
Casiraghi no tiene miedo a nada ni a nadie, lo toma y lo da sin ningún tipo de reparos.
La aventura comienza de la mejor manera posible.
La Supercopa de Europa, disputada en Mónaco, enfrenta a los “Blues” de Stamford Bridge con el Real Madrid, vigente campeón de Europa.
Y fue el Chelsea quien se impuso con un gol en la final de Gus Poyet, el fornido centrocampista uruguayo.
El comienzo en la liga, sin embargo, no estuvo a la altura de las expectativas.
Su entrega, sus movimientos implacables, su voluntad de luchar en cada balón hacen que sea apreciado por el público de Stamford Bridge, pero está claro que el tiempo de adaptación de Casiraghi es más largo de lo esperado.
A esto hay que añadir a Tore-André Flo, que se lanza a por el balón y que, cuando sale desde el banquillo en su lugar, casi siempre consigue encontrar el camino del gol.
Vialli sigue dando confianza a Casiraghi y, por fin, en uno de los escenarios más prestigiosos de la liga inglesa, el bombardero de Brianza se desmarca.
Se estaba jugando el Liverpool – Chelsea, obviamente en Anfield Road.
El partido llevaba un puñado de minutos cuando se produce un espléndido saque de banda desde atrás de Roberto Di Matteo que atraviesa la defensa del Liverpool como si fuera mantequilla. El movimiento de Casiraghi para dictar el pase a la espalda de los dos centrales Reds fue tan perfecto como su toque en la volea que le permitió correr más allá de David James, el guardameta del Liverpool, y luego depositarlo en la red de la portería desguarnecida.
Maravilloso en este caso fue el júbilo de Gianluca Vialli desde el banquillo, que había defendido con uñas y dientes a Casiraghi de las críticas cada vez más numerosas por sus actuaciones, que no estaban a la altura de la fama y el dinero gastados por los Blues.
Puede ser un nuevo comienzo.
Una nueva forma en un campeonato, el inglés, que se está convirtiendo rápidamente en uno de los más importantes del mundo, tal vez incluso coronar el sueño de ganar un campeonato después de haber estado a punto de ganar un par con la Juventus y el Lazio, y quién sabe, tal vez un lugar en el nuevo equipo nacional de su primer gran admirador, Dino Zoff, que mientras tanto se ha ido a sentar en el banquillo de la selección nacional.
Todo, pero realmente todo, acabaría poco más de un mes después en el derbi contra el West Ham, en aquel dramático enfrentamiento con el guardameta de los Hammers, Shaka Hislop.
“A menudo me preguntan qué haría si pudiera volver a segundos antes de aquel terrible choque. En retrospectiva, debería haber parado, frenado mi carrera y evitado el impacto que me destrozó la rodilla.
… pero luego pienso… ¡si hubiera hecho eso no habría sido Pierluigi Casiraghi!”.