Todavía hoy se habla de ello por aquellos lares.

“Yo estaba en las gradas esa temporada. Le vi jugar con nuestra camiseta azul, embriagando a docenas y docenas de rivales con sus regates, sirviendo asistencias de “cinta” a futbolistas que entendían sus intenciones una de cada cinco veces.

Le he visto lanzar penaltis y saques de esquina con una precisión que nunca he visto en nadie más… y no hablo sólo de nuestro equipo.

Le he visto animar a jóvenes compañeros que tartamudeaban en su presencia, que necesitaban un pase un metro demasiado largo o demasiado corto o demasiado torcido, y él animarles dando palmas sin dejar de apreciar sus esfuerzos.

Le he visto ensuciarse en el barro de los campos de la Segunda División inglesa (aunque entonces se llamaba “Primera División”), le he visto marcar al hombre, recibir patadas o ser agarrado por la camiseta cada vez que intentaba salir en un regate.

Le vi cabrearse como una hiena cuando nuestro mánager, a falta de cinco minutos para el final de un partido en el que hizo cosas que nunca había visto en nuestra parte del mundo, que nunca volví a ver después y que nunca volveré a ver, le sustituyó para recibir una ovación de todo el estadio, rivales incluidos.

Quería jugar cada puto minuto de cada partido aunque decían que no quería entrenar tanto, que fumaba un cigarrillo tras otro y que le gustaba mucho el vino blanco y el vodka.”

Incluso hoy, en las discusiones entre aficionados en nuestro Fratton Park, la mejor manera de hacer callar a alguien es siempre el mismo “¿De qué coño estás hablando? No estuviste aquí en la temporada 2001-2002”.

La temporada 2001-2002… no hay un solo aficionado del Portsmouth que no la recuerde.

Y los que no estuvieron allí, o bien se lo ha contado su padre o su hermano mayor, o bien se han metido en Youtube y han buscado vídeos de aquella increíble temporada.

Porque esa fue la temporada en la que ROBERT PROSINECKI jugó en el PORTSMOUTH FOOTBALL CLUB.

“Cuando empezó a circular el rumor de su llegada, casi nos daba miedo contarlo en los bares, las oficinas o las fábricas. Decir que Robert Prosinecki, que sólo tres años antes había brillado con su clase en el Mundial de Francia con su selección croata, estaba dispuesto a venir a jugar con nosotros, al Portsmouth, en la segunda división del fútbol inglés, te habría hecho quedar como un tonto o un borracho”, recuerdan aún los seguidores del Pompey.

En su lugar, Milan Mandaric, el magnate serbio que se había hecho cargo del club tres temporadas antes, decidió hacer este “regalo” a la afición y al equipo.

Graham Rix, ex lateral izquierdo del Arsenal y de la selección inglesa, y a la sazón entrenador del Portsmouth, es el primer sorprendido por la llegada del gran centrocampista croata.

A sus 32 años, Robert puede no ser el mismo futbolista de hace unas temporadas, pero su clase, talento y enorme experiencia pueden contribuir decisivamente a devolver al “Pompey” al primer nivel del fútbol inglés.

Ahora queda por ver cómo abordará Prosinecki esta ciudad portuaria de Hampshire, en la costa sur de Inglaterra.

Son muchos los que piensan que el Portsmouth no es más que una de las últimas paradas de un futbolista que, entre molestias musculares y vicios varios, ha llegado ya al final de una carrera brillante pero que, como se dice de los chavales inteligentes pero desganados, “podría haber hecho mucho más”.

En cambio, Robert Prosinecki desplaza a todos.

En el campo, toma las riendas del juego en sus propias manos, nunca se esconde, al contrario… se enfada cada vez que una acción no pasa de sus pies o cuando sus rudos compañeros deciden lanzar balones largos por encima de su cabeza hacia el joven Peter Crouch, objetivamente el único del equipo que puede pensar en acercarse al centrocampista croata en cuanto a cualidades técnicas e inteligencia futbolística.

Graham Rix, que tampoco es un santo (sufrió prisión por una relación sexual con una menor de edad en la época en que era la mano derecha de Gianluca Vialli en el Chelsea), entiende que “soltar” dentro y fuera del campo al talento croata es la única manera de sacarle el máximo partido.

El comienzo de la temporada es excelente. Una sola derrota en los ocho primeros partidos catapulta al Portsmouth a lo más alto de la Primera División. La afición sueña con un regreso a la máxima categoría que se echa en falta desde la temporada 1987-88.

Sin embargo, pronto se vio que, a pesar de la clase de Prosinecki y la racha goleadora de Peter Crouch, el Portsmouth no era realmente un gran equipo.

El equipo, por muchos goles que consiga marcar, casi siempre acaba encajando al menos uno más. La solución de Mandaric, Harry Redknapp (que era el Director Técnico) y Graham Rix es sustituir al viejo y experimentadísimo Dave Beasant (número 1 en la gran época del Wimbledon de Fashanu, Wise y Vinnie Jones) por el portero de la selección japonesa Kawaguchi… pasando así de la sartén al fuego.

La situación se precipita en los dos primeros partidos de febrero.

En el primero, en casa contra el Barnsley, el Portsmouth ganaba por 4 goles a 2 a falta de seis minutos para el final.

Prosinecki está en un día de gracia.

Baila entre los rivales con una facilidad irrisoria y va a la red prácticamente como y cuando quiere. Serán suyos tres de los cuatro goles con los que el Portsmouth gane el partido.

A pesar de ello, el Portsmouth logrará ponerse 4-4, desperdiciando así 2 puntos importantes en su carrera hacia los play-offs, a esas alturas de la temporada todavía un objetivo posible.

Lo que ocurrió la semana siguiente en Bramall Lane contra el Sheffield United sería aún peor.

Con un gol de Crouch al principio, los “Pompeies” se encontraron con una desventaja de tres goles a uno al final de la primera parte. Primero Prosinecki y luego Quashie igualaron el marcador, para encajar un penal en el tiempo añadido que condenó al equipo de Graham Rix a una nueva derrota.

Sería el golpe definitivo a las ambiciones del Portsmouth, que sólo ganó dos de sus últimos catorce partidos, e incluso coqueteó con un descenso a la Tercera División del fútbol inglés que habría sido sensacional.

Al final de la temporada, Robert Prosinecki abandonaría Fratton Park para regresar a su patria, primero a Eslovenia con el Olimpjia y luego a Croacia con el Zagreb, donde prácticamente pondría fin al fútbol profesional antes de embarcarse, para sorpresa general dada su aversión a las reglas, el entrenamiento y la disciplina, en la profesión de entrenador.

En Portsmouth, sin embargo, nadie se ha olvidado de él.

Hace sólo unos años, el periódico local “The News” realizó una encuesta entre los aficionados del Pompey para elegir al once de la historia del club.

Pues bien, no sólo está presente Robert Prosinecki, sino que además es el único futbolista extranjero que forma parte de este once.

Robert Prosinecki nació en Schwenningen (Alemania Occidental) el 12 de enero de 1969.

Su padre Duro, croata, había emigrado a Alemania a principios de la década junto con su esposa Emilija, serbia, en busca de trabajo, entrando en un programa de acogida organizado por el gobierno alemán para “trabajadores invitados”, como se les llamaba entonces.

Robert permaneció en Alemania con su familia hasta los 10 años, cuando regresó a su Yugoslavia natal, pero sus habilidades con el balón entre los pies ya eran evidentes.

En ese momento, Robert ya forma parte de la cantera del Stuttgart y no está precisamente contento de dejar el fútbol y los amigos para irse a un país que no conoce más que en los cuentos de sus padres.

Su primer club en Yugoslavia es el Dinamo de Zagreb, pero está claro que Robert puede esperar mucho más.

Su padre y su tío organizan una reunión con el legendario Dragan Dzajic, quizá el futbolista yugoslavo más fuerte de todos los tiempos y en aquel momento encargado del sector juvenil del Estrella Roja.

Cuando Dzajic vio a Prosinecki en acción, se emocionó.

Inmediatamente llamó al entrenador del primer equipo, Velibor Vasòvic (el hombre que marcó el gol de la victoria para el Ajax en la derrota contra el AC Milan de Rivera y Prati en la final de la Copa de Europa de 1969), para que viera al chico en acción.

“Hizo cosas con el balón que sólo pueden hacer los grandes futbolistas. Y tenía ese aire casi desinteresado de alguien que está ahí por casualidad… pero que una vez en el campo se convierte en otra persona”, recuerda Dzajic de aquel primer encuentro.

La prueba convenció a todos y Robert se convirtió en pocos meses en un titular inamovible en el equipo, formando con Dragan Stojkovic una pareja de centrales de valor absoluto.

En octubre de 1987, cuando sólo tenía 18 años, fue convocado por la selección juvenil yugoslava para el Mundial de Chile de ese año.

La edad máxima permitida es de 20 años y Robert es uno de los más jóvenes del equipo.

Lo que ocurra en ese Mundial marcará una huella indeleble en la historia del fútbol yugoslavo y en la carrera de Robert Prosinecki.

Yugoslavia ganará ese Mundial y Robert Prosinecki será elegido Mejor Jugador del Torneo. En aquella Yugoslavia con Robert estaban Jarni, Boban, Suker, Mijatovic y Stimac… jugadores que pocos años después harían historia en el fútbol de aquella nación.

Durante esta competición ocurrió algo inesperado y muy significativo para comprender la importancia y la habilidad de Prosinecki.

Al término de la primera ronda de clasificación, el Estrella Roja advierte a la Federación Yugoslava de que no utilice a Prosinecki en el resto del torneo. El club de Belgrado quiere recuperar al joven mediapunta. Hay una importante eliminatoria de la Copa de la UEFA contra el Brujas belga a la vuelta de la esquina y Robert se considera indispensable. Estuvo a punto de llegar a un enfrentamiento antes de que incluso Joao Havelange, el “deus ex machina” brasileño de la FIFA, deshiciera la situación poniéndose de acuerdo con la selección yugoslava e impidiendo el regreso anticipado de Robert al Estrella Roja.

En 1991, con el país al borde de una desastrosa y absurda guerra civil, llegó para el Estrella Roja el triunfo en la máxima competición europea.

Sin embargo, esta coincidencia significó el fin de este gran equipo y de la selección yugoslava, que en aquel momento se encontraba con toda probabilidad entre las tres más fuertes del mundo.

Los protagonistas de aquel fantástico éxito europeo se convirtieron en los principales objetivos de todos los grandes clubes europeos.

Para Prosinecki incluso se mueve el Real Madrid, que en un periodo objetivamente de los menos felices de su historia busca sangre nueva para volver a lo más alto.

Prosinecki es recibido como un semidiós en Madrid pero, debido a una serie de lesiones musculares, no podrá ni remotamente expresarse a su nivel habitual.

Como suele ocurrir en estos casos, la gente busca causas reales o supuestas para el bajo rendimiento y la vida poco atlética de Robert acaba en el punto de mira.

El caso es que salvo quizás la última temporada en la que las lesiones le dejen relativamente solo, Robert nunca será en el Real Madrid el jugador que fue en el Estrella Roja.

Tras una excelente temporada en el Real Oviedo, siempre con Radomir Antic en el banquillo (y donde Robert puede ser él mismo y, sobre todo, donde el balón pasa SIEMPRE de sus pies y no tiene que compartirlo con otras ‘estrellas’) parece casi hecho el regreso del director croata a un gran club. Son los “Colchoneros” del Atlético de Madrid quienes están a punto de cerrar el trato. De hecho, el volcánico presidente Gil ha reclutado al ovetense Antic y, como primera adquisición, pide a su protegido Prosinecki.

En el último momento, sin embargo, el Barcelona intervino y, con gran astucia, ‘trabajó’ al abogado de Prosinecki e incluso consiguió que el jugador del Real Madrid ¡no pagara ni un solo peso!

Pero también aquí, como en el Real, la historia se repite. Robert Prosinecki no termina de despegar, en gran parte debido a los habituales problemas físicos, y para cuando regresa, está claro que Johann Cruyff ya ha dejado perfectamente claras sus jerarquías, que no incluyen al croata como uno de los principales referentes del equipo.

Al año siguiente fichó por el Sevilla y las cosas le fueron un poco mejor, aunque a estas alturas todo el mundo tenía claro que entre las lesiones y el estilo de vida Prosinecki, con sólo 28 años, ya había dado lo mejor de sí.

Regresó a su antiguo club, que se convirtió en el Croatia Zagreb tras la creación de la Nación Croata. Se celebra como el regreso del hijo pródigo y Robert no defrauda las expectativas.

A los triunfos del equipo croata en el campeonato se sumaron dos temporadas consecutivas en la Liga de Campeones, que los aficionados recordarán siempre por algunas actuaciones excelentes, como contra el Celtic, el Oporto y un empate en Old Trafford contra el Manchester United.

Las sirenas europeas volvieron a sonar para Robert Prosinecki, que pasó media temporada en Bélgica, en el Standard de Lieja, antes de su aventura inglesa en el Portsmouth en la temporada 2001-2002.

ANÉCDOTAS Y TRIVIALIDADES

Al final del partido empatado con el Barnsley del que hablamos más arriba, los compañeros de equipo confirman que Prosinecki estaba tan enfadado al final del partido que se fue al vestuario, encendió un cigarrillo y salió del vestuario todavía con la camiseta y los pantalones cortos puestos y lleno de barro de la cabeza a los pies… subiéndose a su Mercedes como estaba antes de marcharse a casa.

Una de las principales fuentes de anécdotas es Peter Crouch, el fortísimo delantero que por aquel entonces se estaba haciendo un nombre en el Portsmouth.

Además de recordar que al menos dos tercios de sus goles aquella temporada (hasta 19) se los sirvió en bandeja de plata el propio Prosinecki, el espigado delantero inglés recuerda que Prosinecki solía fumar un momento antes de salir al campo, durante el descanso en el baño, y que era lo primero que hacía nada más volver a entrar al final del partido.

Crouch también recuerda que Prosinecki no hablaba mucho, sobre todo en público, pero en las conversaciones bidireccionales siempre contestaba en perfecto inglés… pero cuando le preguntaban algo en público su respuesta era invariablemente: “¡Lo siento, no lo entiendo!

Durante su temporada en el Portsmouth, más de una vez los propios rivales acabaron felicitando a Prosinecki al final del partido.

El mejor de todos fue Marlon Harewood, el poderoso delantero centro del Nottingham, que en el metro antes de saltar al campo se acercó a Prosinecki casi con incredulidad al verlo tan cerca y le dijo: “Tío, eres una leyenda”. Es un honor para mí jugar en el mismo partido que usted’… ¡Y Crouch garantiza que por la sonrisa de Prosinecki lo entendió todo palabra por palabra!

También en el Portsmouth, los compañeros de equipo recuerdan que una de las cosas que más molestaban a Robert era la obligación de llevar uniforme en los partidos oficiales. Para él, la ropa era un par de vaqueros, una camiseta y una rebeca. El final.

El hábito de fumar llegó a tal nivel que Robert pidió a Kevin Mc Cormack, el portero del almacén del club, que le esperara con un cigarrillo encendido en el descanso… para poder fumar al menos dos… uno de vuelta al vestuario y el otro encerrado en el baño mientras el entrenador hablaba del partido y daba instrucciones para la segunda parte… para Robert siempre era “¡Lo siento, no lo entiendo!”.

Cuando estaba en el Real Madrid, el único que consiguió buenas actuaciones de Prosinecki fue su último entrenador, el gran sabio Vicente del Bosque.

“Es indiscutible que Robert es un individualista y que está enamorado del balón. A menudo recibía muchos abucheos por su manía de mantener el balón entre los pies durante mucho tiempo… ¡pero la mayoría de las veces puedo asegurar que lo hacía porque no había soluciones mejores!”.

Finalmente el propio Robert sobre sus vicios

“Si no fuera por el spritzer (vino blanco y agua mineral), habría sido el mejor futbolista del mundo”, declaró poco después de su retirada.

“Sé que fumar no es lo mejor para un deportista, pero al fin y al cabo es el único vicio real que tengo. … y además, nadie vive más de cien años …”

Damas y caballeros… Robert Prosinecki.

ROBERT PROSINECKI es una de las 27 biografías contadas en https://www.urbone.eu/products/mavericks-cult-heroes-del-calcio-britannico-27-biografie-di-calciatori-che-hanno-in-qualche-modo-lasciato-il-segno-nella-storia-del-calcio-britannico-degli-ultimi-cinquantanni