Es 26 de junio de 2011.

Es el día más aciago en los ciento diez años de historia del club de la “Banda”.

El empate (uno a uno) de aquella tarde en el Monumental contra Belgrano significó para River Plate el descenso al ‘Nacional B’, la división inferior del fútbol argentino.

Algo impensable para un club con la tradición, el seguimiento y el éxito de River.

Matías Almeyda, descalificado por recibir su quinta amonestación en el partido de ida de esta final ‘play-out’ perdida por River 0-2, observó impotente desde la banda cómo se desarrollaba ese derrumbe imprevisible y devastador.

‘El Pelado’ hacía tiempo que le había comunicado a su presidente Daniel Passarella que ésta sería su última temporada vestido de corto.

Tiene casi 38 años y ha recorrido muchos kilómetros en una “cancha”.

Matías Almeyda es de River Plate.

Es el jugador emblemático, el más representativo, el más carismático y, según prácticamente todo el mundo, aficionados y expertos, sigue siendo el más fuerte, el más resistente y, sobre todo, siempre el último en “rendirse”.

Con los “Millonarios”, Almeyda ha llegado hasta los equipos juveniles.

Desde los 15 años, dejó a su familia en Azul, 300 kilómetros al sur de Buenos Aires, para convertirse en futbolista.

En River debutó en primera en febrero de 1992, a los 18 años, y con “La Banda” jugó hasta 1996, antes de mudarse a Europa y convertirse en uno de los mediocampistas defensivos más fuertes del planeta.

Matías volvió a “su” River en agosto de 2009, cuando ya tenía casi 36 años y, sobre todo, después de no jugar al fútbol profesional durante casi cuatro años.

Fueron cuatro años terribles para Matías, que tuvo que luchar contra un fuerte estado depresivo y problemas de adicción al alcohol.

En esos 4 años se dio cuenta que extrañaba el fútbol mucho más de lo que imaginaba y cuando llegó la propuesta de Enzo Francescoli, Director Deportivo de River, de volver a jugar al fútbol en el club de sus amores, Matías Almeyda renació.

Muchos, casi todos, lo interpretan como el gesto de un gran club que tiende la mano a uno de sus hijos predilectos que atraviesa un momento de gran dificultad personal.

Será para muchos, casi todos, un gran malentendido.

Matías Almeyda sigue siendo un futbolista fantástico y será decisivo para devolver a River Plate a posiciones de prestigio en el fútbol argentino gracias a su liderazgo, su forma de correr y su inteligencia táctica.

Hoy, sin embargo, en este trágico 26 de junio, Matías no está sobre el terreno de juego.

Se suponía que iba a ser su último partido con River.

En cambio, es un mero espectador, una hincha más que sufre un descenso que ha pasado de ser la pesadilla de semanas anteriores a una realidad despiadada.

Al final del partido habrá mucha rabia y, lamentablemente, también mucha violencia por parte de un sector de los hinchas de River que simplemente no puede procesar este enorme dolor.

El sentimiento de culpa que embarga al Presidente Passarella, a la dirección, al cuerpo técnico y a todo el equipo es una pesada carga que hay que soportar.

La historia los recordará para siempre por ser “los que descendieron con River”.

Una marca en su piel, sus carreras y sus vidas.

Matías Almeyda pasará esa noche llorando “como nunca lo había hecho en mi vida por un partido de fútbol”, dirá más tarde.

Sólo Matías Almeyda es un guerrero.

Es un luchador indomable.

Es un león.

’11 ALMEYDA’ estaba escrito en una pancarta en la curva norte del Olímpico, la de los aficionados del Lazio que llegaron a ver probablemente la mejor versión de Matías como futbolista.

A la mañana siguiente, el dolor ya se había convertido en algo diferente.

Se convirtió en “sed de venganza”.

Dos meses antes, cuando Matías le había comunicado a Passarella su decisión de dejar el fútbol, ‘El Caudillo’, que puede tener muchos defectos pero es un hombre inteligente que sabe de fútbol y conoce River Plate, le había respondido lo siguiente: ‘Pela, yo que vos jugaría por lo menos un semestre más. Pero si de verdad quieres renunciar te quiero en el banquillo de nuestro “querido” River’.

Matías Almeyda recuerda aquella conversación.

Coge el teléfono.

Sabe que las cosas han cambiado y sabe muy bien que es una locura, una completa locura hacerse cargo de River en un momento como este.

‘Daniel, si no vas a dejarlo, que sepas que yo desde luego no lo tengo’.

Estas son las palabras de Matías en esa llamada telefónica a su presidente.

A Daniel Passarella no le parece cierto.

Matías Almeyda, el hombre más querido por toda la gente de River, está dispuesto a sentarse en el banco de los Millonarios.

Con todo que perder y nada, pero realmente nada que ganar.

De hecho, Matías sólo tiene una oportunidad: devolver a River a la primera división de Argentina.

Cualquier otro resultado sería inaceptable.

Una auténtica catástrofe, idéntica, si no peor, que descender.

Sólo Matías Almeyda acepta ese reto.

Por el bien de River, por supuesto.

Pero también y sobre todo porque Matías Almeyda, como dicen por esos lares, “¡tiene dos huevos así!”.

Será un año muy difícil, largo, agotador y estresante.

Alrededor de la provincia argentina contra clubes chicos que contra River juegan ‘el partido de su vida’, con jugadores que contra los ‘Millonarios’ escupen el alma en la cancha sabiendo que una ‘vidriera’ como esta probablemente no se vuelva a repetir.

Habrá momentos difíciles, atenazados por el miedo a no lograrlo.

Incluso el banquillo de Almeyda en cierto momento de la temporada parece muy inestable.

Hará falta que el bombardero Cavenaghi actúe como portavoz de todo el equipo, “despejando” el aire definitivamente.

‘Si echan a Almeyda, nosotros también nos vamos’ fue lo que escucharon Daniel Passarella y los directivos de River.

Y exactamente 362 días después, el 23 de junio de 2012, gracias al doblete de David Trezeguet ante Almirante Brown, River Plate regresó a la máxima categoría del fútbol argentino.

Matías Almeyda, el líder que tenía todo que perder y nada que ganar, lo hizo.

EPÍLOGO

Faltan pocas horas para el partido que podría sellar el regreso de RIVER PLATE a la máxima categoría del fútbol argentino, el que jugarán los Millonarios ante Almirante Brown en el Monumental.

A Matías Almeyda le llega este mensaje.

“Estamos muy cerca de la gran final contra Almirante Brown y acabo de pedirle a Dios que ayude a River a ganar este partido.

Puede que no me creas.

Pero eso es exactamente lo que hice.

Seamos realistas.

Si no fuera el entrenador de River Plate, nunca se lo habría pedido.

Al contrario.

En vez de ver el partido de River mañana pondría una película vieja en blanco y negro en la videocasetera y me importaría un carajo lo que pase en la cancha del Monumental.

Solo que estoy totalmente de tu lado y espero de todo corazón que lo logres amigo.

Pero pase lo que pase, quiero decirte una cosa: debes estar sereno.

Porque un partido o un campeonato no pueden cambiar nada de lo que eres como persona.

‘Pela’ sabes cuánto te admiro y te quiero.

Sólo llegué a conocerte de verdad hace unos años, pero lo que descubrí de ti me afectó increíblemente.

La gente como tú está desapareciendo de la faz de la tierra.

Gente que tiene una palabra, una cara.

Personas que valoran la verdad… y la amistad.

Te deseo lo mejor “Pelado”.

Desde el fondo de mi corazón y créanme … nunca, jamás me hubiera imaginado pedirle a Dios que ayudara a RIVER PLATE !!!!

Es una completa locura cuando pienso en ello.

… y si esto ha sucedido el mérito es tuyo, sólo tuyo, querido Pelado.

Firmado: DIEGO ARMANDO MARADONA.

ANÉCDOTAS Y CURIOSIDADES

Los comienzos en River no fueron fáciles para Almeyda.

Tras debutar a principios de 1992 en un partido contra Unión de Santa Fe, en los dos años siguientes Almeyda jugó la miseria de siete partidos.

Es una situación que “El Pelado” no cree que pueda mantener durante mucho tiempo.

Decide coger el toro por los cuernos.

El “toro” en este caso es el entrenador de River, Daniel Alberto Passarella, que está devolviendo a los “Millonarios” a lo más alto del fútbol argentino.

Passarella no es precisamente una persona fácil. Su carisma y su fuerte personalidad no recomiendan enfrentarse a él de frente.

Son muchos los que intentan disuadir al joven Matías.

Almeyda no quiere perder el tiempo con directivos o entrenadores.

Quiere que el responsable le diga las cosas a la cara.

Y en River Plate, el que manda es Daniel Alberto Passarella.

“Quiero saber qué pretende hacer conmigo. Si no encajo en sus planes dímelo. Hay un equipo, Sarmiento de Junín, que me ha ofrecido la posibilidad de jugar con ellos. Y yo jugando al fútbol es lo único que quiero”, son las palabras de Almeyda al “Caudillo” argentino, el hombre que levantó al cielo la primera Copa Mundial de su país en 1978.

Passarella está desconcertado.

Pero al mismo tiempo admirado por la garra y la determinación del chico.

Espera una semana. Si, como parece, vendemos a Zapata, te incorporarás al primer equipo”, es la respuesta de Passarella.

El responsable de River es fiel a su palabra. Zapata es vendido a un equipo de la liga japonesa y Matías Almeyda firma un nuevo contrato con River, incorporándose al primer equipo de forma permanente.

Almeyda también recuerda con diversión las normas establecidas por Passarella, un auténtico sargento de hierro.

Quien se los recuerda nada más llegar al equipo es ‘El Tolo’ Gallego, segundo de Passarella y su escudero en la Argentina que ganó el Mundial.

“Recuerda a Matías. Hazte notar lo menos posible, habla aún menos, sé respetuoso y educado. Y lleva el pelo corto. Esto es lo que tienes que hacer si no quieres tener problemas con Passarella”.

En tres temporadas, Matías Almeyda se volvió indispensable en River.

Ganó dos veces el Torneo Apertura (1993 y 1994) y, sobre todo, la Copa Libertadores en 1996.

Mientras tanto, en el banco de River se sentaba Ramón Díaz, uno de los mejores delanteros de la historia del club bonaerense y de todo el fútbol argentino.

Con Díaz al mando, Almeyda se vio obligado a variar ligeramente su posición, y acabó jugando casi siempre como centrocampista derecho en el “rombo” de mediocampo que quería Díaz.

Almeyda se adaptó espléndidamente y fue él quien marcó el gol decisivo en la semifinal contra la Universidad de Chile que les dio acceso a la final de la Libertadores, que luego ganaron contra el América de Cali colombiano.

En 1996, Almeyda fue convocado para los Juegos Olímpicos de Atlanta con la selección argentina. Se trata de una selección nacional muy fuerte, a pesar de estar compuesta por sub-23 y de que sólo se permiten tres “equipos de fuera”. Las actuaciones de Almeyda son del más alto nivel. Obviamente, los Juegos se ven en todo el mundo, y para Matías se desencadena una auténtica subasta.

La oferta más atractiva procedía del Real Madrid, que lo quería en sus filas.

Matías Almeyda, sin embargo, se negó.

Unas semanas antes ya había dado su palabra a otro equipo de la Liga, el Sevilla.

Y así será. Matías Almeyda fichó por el club Sánchez-Pizjuán por casi 10 millones de dólares.

… al final de esa temporada el Real Madrid ganará la Liga y el Sevilla descenderá a segunda división.

“¡Siempre he sido un mago en mis elecciones!”, bromeó Matías más tarde, recordando aquella época.

En el Sevilla, Almeyda es el resultado de un gran malentendido.

“Los aficionados estaban convencidos de que llegaba un nuevo Maradona. En cambio, corría, luchaba y ganaba balones. Pero goles y asistencias, ¡ni hablar!”.

Se convirtió en uno de los chivos expiatorios de la desastrosa temporada de los “Blanquirrojos” y en el principal blanco de la frustración de los aficionados.

Sin embargo, al final de la temporada llegó el punto de inflexión.

A Almeyda le esperaba el Lazio, al que el patrón Cragnotti estaba devolviendo a la cima del fútbol italiano y europeo.

Estos iban a ser los años dorados de Matías, adorado por el público del Lazio por su generosidad, su coraje y su estilo combativo, nunca dócil.

‘UNDICI ALMEYDA’ se convertirá en uno de los lemas más populares entre los aficionados biancocelesti.

En ese periodo llegarían los trofeos en serie, en primer lugar el Scudetto de la temporada 1999-2000, que sería también el cenit de la carrera de Matías.

En aquel verano de 2000, Crespo fue incluido en la operación Crespo, pasó del Parma al Lazio y Matías tuvo que, muy a su pesar, tomar el camino inverso.

No iba a ser una temporada feliz para Almeyda en la ciudad emiliana, a pesar de la victoria en la Coppa Italia.

La relación con la directiva gialloblu sería a menudo muy conflictiva y más de una vez Matías Almeyda se vería obligado a admitir que “las dos temporadas en el Parma fueron las peores de mi carrera”.

De aquellos años, Almeyda sólo ha salvado la excelente relación con Arrigo Sacchi (que ejercía de director deportivo) y, sobre todo, con el entrenador Renzo Ulivieri, cuya imparcialidad y gran humanidad Almeyda siempre ha recordado.

Inter y Brescia son sus dos últimas etapas italianas, marcadas por constantes problemas físicos y resultados fluctuantes.

Sin embargo, serán muy importantes desde el punto de vista humano.

En esa época nació una gran amistad con Daniele Adani, el famoso comentarista de Sky y antiguo compañero de equipo de Matías tanto en el Inter como en el Brescia.

Lele es mi alma gemela”, dice Matías en la maravillosa biografía escrita por Diego Borinsky. “Hablamos todas las semanas y estoy seguro de que tarde o temprano nuestros caminos profesionales acabarán encontrándose de nuevo”.

Para Matías Almeyda, el mundo se vino literalmente abajo cuando, con sólo 32 años, decidió dejar el fútbol. Tras una temporada en Quilmes y rechazar una oferta para volver a “su” River a fines de 2006, “El Pelado” decidió colgar las botas.

Cuando Matías dejó de jugar al fútbol, se llevó su alegría, su espíritu y sus ganas de vivir”, son las dramáticas palabras de su esposa Luciana.

El alcohol se convirtió en el refugio donde intentó cerrar el agujero que, sin fútbol, se había abierto en su alma.

Fueron meses difíciles para Almeyda y todos sus allegados.

Hay carreras hospitalarias con estados cercanos al coma etílico, hay situaciones sociales en las que Matías pierde el control y se avergüenza a sí mismo y a su familia.

Entonces llega la llamada de Enzo Francescoli.

Matías vuelve literalmente “a la vida”.

Hoy es un hombre realizado y feliz.

Entrena en la liga MLS de Estados Unidos.

Su San José Earthquakes pasó de ser la “cenicienta” de la liga a quedarse a las puertas de los play-offs la temporada pasada.

Estados Unidos, otro paso, otra experiencia… a la espera de ver a Matías Almeyda en un banquillo importante del Viejo Continente.

Desde el pasado verano, Matías es el nuevo entrenador del equipo griego AEK ATENAS, que, como todos los equipos entrenados por Almeyda, está realizando un excelente campeonato en las primeras posiciones de la tabla clasificatoria.

España, Inglaterra o Italia su próxima destianación.

¿Quieres apostar?

Un agradecimiento especial a la revista “El Gráfico”, a la hermosa página web revistauncaño y a la maravillosa biografía sobre Matías Almeyda escrita por el talentosísimo Diego Borinsky, fuentes de las que me he nutrido en gran medida para este artículo sobre Matías Almeyda, futbolista, entrenador y persona a la que personalmente aprecio mucho.