Es el 21 de mayo de 1979.

Un lunes por la noche.

Se está jugando el último partido del campeonato.

Y no podría haber una final más emocionante.

Enfrentándose al Celtic y al Rangers.

Siempre ellos. “The Old Firm”, como se dice en esos lugares.

El Dundee United y el Aberdeen crecen y se preparan para entrar en la historia del fútbol escocés.

Son la “nueva empresa”.

Pero aún es pronto.

En el Celtic Park de Glasgow, los “Hoops” de Billy McNeill (en su primera temporada en el banquillo del Celtic) se sitúan un solo punto por delante de sus grandes rivales de camiseta azul.

Un empate fue suficiente para volver al techo de Escocia y olvidar la infructuosa temporada anterior, que terminó con un modesto quinto puesto.

El doble resultado a favor, sin embargo, detuvo las piernas de Roy Aitken y sus compañeros.

El Rangers aprovechó y a los diez minutos se adelantó con un gol de MacDonald.

Durante toda la primera parte el Celtic lo intentó, animado por su afición, pero su dominio territorial no se tradujo en goles.

El primer tiempo terminó con el Rangers en ventaja, pero fue a los pocos minutos del segundo tiempo cuando el partido pareció dar un giro decisivo.

Se produce un choque de jugadas en el que interviene el propio MacDonald, el autor del gol. Se produce un pequeño rifirrafe hasta que MacDonald es golpeado y acaba tumbado.

Fue el extremo derecho del Celtic, Johnny Doyle, quien lo golpeó.

El árbitro no tuvo más remedio que expulsarlo.

El Celtic se quedó con diez hombres y ahora todo se complicó.

En cambio, los hombres de McNeill se transformaron.

Todos los miedos, inseguridades y temores dan paso al “ya no tenemos nada que perder” que tan a menudo se convierte en el punto de inflexión en la vida de las personas, no sólo en el deporte.

Primero Aitken y luego George McCluskey anularon el resultado.

El Celtic tiene en sus manos el título.

Pero no ha terminado. Los “Gers” consiguen empatar a falta de menos de un cuarto de hora.

Los fantasmas volvieron con fuerza a la cabeza de los jugadores del Celta.

Pero el destino decidió otra cosa.

A falta de cinco minutos para el final, un desafortunado gol en propia puerta del defensa del Rangers, Jackson, volvió a poner en ventaja al Celtic.

El gol de Murdo MacLeod al final del periodo con un gran disparo al larguero desde fuera del área selló la victoria y el título para el Celtic.

“Ganamos el título en 10”, corean los aficionados del Celtic en las gradas.

… a pesar de las tonterías de Johnny Doyle, ese que ama tanto al Celtic que desde pequeño se pasea con una bufanda con los colores del Club… sea cual sea la temporada.

“Cuando el árbitro me dijo que estaba fuera sentí que había traicionado a todos. Mis compañeros de equipo, los aficionados, mi familia… y el recuerdo de mi padre, que amaba al Celtic y se fue antes de verme vestir esta camiseta”.

Es el 19 de octubre de 1981.

Han pasado casi dos años y medio desde aquella noche.

Johnny Doyle ha seguido jugando con el Celtic, cumpliendo siempre con su deber al máximo. Centros para los delanteros, recuperaciones en defensa e incluso algún gol, que para alguien que juega en la banda derecha es parte de la descripción del trabajo. Doyle no es un fenómeno, desde luego no es comparable al inmenso Jimmy “Jinky” Johnstone, que hizo de ese papel un arte.

Los aficionados del Celtic saben que nadie puede ser como “Jinky” y por eso aprecian generosamente lo que Doyle les da en cada partido.

Compromiso total y absoluto. Y esa ráfaga de velocidad que a menudo obliga a los defensores a pararle con fuerza.

Correr, driblar, atajar y “corazón”.

Cuando McNeill llegó al club, invirtió 120.000 libras en un joven extremo derecho del Kilmarnock. Su nombre es David Provan.

Poco importa. Johnny Doyle es demasiado importante para el equipo.

Se traslada a la otra banda y para él, un extremo derecho natural, aumentan las posibilidades de colarse en el centro para disparar a puerta con más frecuencia que antes.

En esas dos temporadas siguientes llegaron una Copa de Escocia en 1980 y otro título en 1981, aunque Doyle a menudo se quedaba en el banquillo o incluso en la grada.

Ama tanto al Celtic que seguramente no será él quien cause problemas al entrenador y a sus compañeros.

Johnny Doyle acaba de comprar una nueva casa, en Kilmarnock.

Está en el ático trabajando.

La idea es convertir ese ático en su “sala de trofeos”.

No llegará a tiempo.

Morirá electrocutado ese día de otoño.

El pueblo celta está aturdido.

Johnny aún no tenía 30 años y todavía tenía mucho que dar a su querido Celta.

No sólo era un gran futbolista.

Johnny era el alma del vestuario.

Siempre alegre, siempre positivo y siempre absolutamente optimista.

Sus bromas eran proverbiales.

Podía imitar a los compañeros de equipo, burlarse de los que tenían un acento distinto al de Glasgow y le encantaba robar las llaves del coche de sus compañeros dejándolas en lugares inverosímiles y obligándoles a una especie de búsqueda del tesoro.

Cuando volvía al centro del campo después de marcar, hacía la mímica de tirar de un cigarro imaginario y luego fingía sacudir despreocupadamente la ceniza.

Pero su broma favorita era sobre los “odiados” Rangers.

Cuando jugó contra ellos, su nivel de concentración y compromiso aumentó, si cabe, aún más. Y con cada gol, con cada victoria, sacaba el crucifijo que llevaba al cuello, ¡invitando a sus rivales a besarlo!

Johnny Doyle ya no existe.

«Una cosa tengo clara: que cuando termine de jugar en el maravilloso césped de Celtic Park estaré en la ‘Jungla’ animando a todos los que vengan detrás».

Desgraciadamente no va a ocurrir… pero su sueño, Johnny Doyle, lo ha vivido.

Es el 15 de mayo de 1982.

Han pasado poco más de seis meses desde el fallecimiento de Doyle.

Esta vez también se juega el último partido del campeonato.

Y esta vez, también, una victoria del Celta sanciona otro triunfo en la liga.

Una clara victoria por tres a cero sobre el St Mirren que deja al Aberdeen de Sir Alex Ferguson a dos puntos.

Hay una vuelta de honor al final del partido.

Un coro se eleva desde la ‘Jungla’ … que luego resuena en todo Celtic Park.

“Hemos ganado el título. Ganamos el título por él. Ganamos el título por Johnny Doyle”.

ANÉCDOTAS Y TRIVIALIDADES

La infancia de Johnny Doyle no fue ciertamente fácil.

Su padre William tuvo un grave accidente de trabajo. Era un minero, como muchos en esos lugares. Estaba confinado a una silla de ruedas. Su afición era seguir a su hijo Johnny y soñar con que algún día pudiera jugar en su querido Celtic Football Club.

Se fue antes de que Johnny cumpliera su sueño y el de su padre.

Doyle comenzó su carrera en el Ayr United, donde pronto se hizo un nombre.

Curiosamente, fue durante su etapa con los “Hombres Honestos” (el apodo del club) cuando se produjo la única aparición de Doyle con la selección escocesa. Ocurrió el 17 de diciembre de 1975 en un partido contra Rumanía para la clasificación del Campeonato de Europa de 1976.

El punto de inflexión en la carrera de Doyle llegó ese mismo año.

En un partido contra el Rangers en el que el Ayr United triunfó por tres goles a cero y en el que Johnny Doyle fue un auténtico tormento para la defensa de los “Gers”, que esa temporada fueron tan fuertes que ganaron el “triplete”, Campeonato, Copa de Escocia y Copa de la Liga.

… aparentemente ese fue el primer partido en el que Doyle comenzó su “show” corriendo con un crucifijo en la mano para que los jugadores del Rangers lo besaran …

Pero su rendimiento no pasó desapercibido y en marzo de 1976 el Celtic desembolsó la friolera de 90.000 libras esterlinas por el fichaje de Doyle, superando la competencia del Aberdeen y del Arsenal londinense, entre otros.

… Doyle fichó por el Celtic tras cumplir tres semanas de inhabilitación por una expulsión que recibió con su equipo del Ayr United contra… ¡el Celtic de Glasgow!

Sobre el hecho de que Doyle tenía un “temperamento” muy peculiar hay pocas dudas.

Incluso antes de fichar por el Celtic ya había sido expulsado del campo en cuatro ocasiones cumpliendo largos periodos de inhabilitación.

Para los que pensaban que con la madurez y el hecho de jugar en un gran club Doyle podría calmarse de alguna manera, no sólo está el episodio relatado al principio.

En agosto de 1977, el Celtic se enfrentó al Ayr United, el antiguo equipo de Doyle.

Durante una jugada, Doyle cometió una falta de mano. El árbitro pitó un tiro libre, pero Doyle siguió jugando. Intenta poner un centro en el centro del área pero en su lugar golpea al árbitro del partido, el Sr. Cuthill … ¡que cae al suelo semiinconsciente! Cuando se recupera, lo primero que hace es expulsar a Doyle, que primero protesta por su inocencia y luego sale del campo furioso con el gran Jock Stein, que intenta, sin éxito, calmarlo.

Afortunadamente, esta vez se reconoce la flagrante involuntariedad del gesto y Doyle no sufre ninguna descalificación.

Entre los treinta y seis goles totales marcados por Johnny Doyle con el Celtic hay uno que destaca especialmente.

Es el 5 de marzo de 1980.

El Celtic ha llegado hasta los cuartos de final de la Copa de Europa.

El sorteo les enfrentó al Real Madrid de Juanito, Santillana, Del Bosque y Stielike. En el banquillo de los “merengues” hay un joven entrenador yugoslavo: se llama Vujadin Boskov.

En Celtic Park no hay ni un solo asiento libre.

En pocas horas se vendieron las 67.000 entradas.

La primera parte terminó con empate a cero, pero en el segundo tiempo fue el delantero McCluskey quien adelantó a los aros. Animado por su salvaje afición, el Celtic se lanzó al ataque.

A quince minutos del final se produjo otra carrera por la derecha del lateral Sneddon. Su centro en el segundo palo pasó por encima de McCluskey y Lennox, los dos delanteros, pero en esa zona estaba él, Johnny Doyle.

Con sus 173 centímetros no es un gigante, ni tampoco es famoso por sus habilidades aéreas. Pero Johnny Doyle salta más alto que Sabido y Stielike y envía el balón al fondo de la red.

Terminó con un dos a cero a favor del Celtic, aunque una combinación de “miedo escénico”, la fuerza del Real Madrid y algunas decisiones controvertidas del árbitro húngaro Palotai hicieron que los “Hoops” cayeran por tres goles a cero en el partido de vuelta.

Del carácter de Doyle os hemos hablado ampliamente.

La última anécdota se refiere a su “libro negro”, donde anotaba a todos los adversarios que le daban un trato especial… y con el que ajustaría cuentas en la próxima oportunidad.

Por último, el recuerdo de Davie Provan, su compañero de equipo en el Celtic.

«No conozco a nadie que haya amado al Celtic Football Club como Johnny Doyle. Habría hecho cualquier cosa por este Club. Se suele decir de los jugadores que están tan enamorados de su Club que incluso juegan allí gratis… pues bien, yo estoy personalmente convencido de que Johnny Doyle realmente lo habría hecho».