RAMIRO ‘EL CHOCOLATIN’ CASTILLO: Cuando el dolor no desaparece
Es el mejor momento de toda mi carrera.
Mañana jugaremos la final de la Copa América.
Contra Brasil
Brasil, que aniquiló a Perú en las semifinales con un perentorio 7-0.
Para Bolivia, sin embargo, es un resultado histórico.
Aquí mismo, en Bolivia, en 1963, ganamos nuestro único título de campeones de Sudamérica.
Y el último partido que ganamos fue contra Brasil.
Esta edición también se organizó en mi país.
Llegamos a la final sin robar nada, sólo con nuestras propias fuerzas y el apoyo de los 42.000 que abarrotaron nuestro ‘Hernando Siles’ y de los otros 8 millones de bolivianos que soñaban con otra victoria, después incluso de 34 años de ayuno.
Los diferentes comentaristas y expertos que han llegado aquí desde el resto de Sudamérica pueden decir lo que quieran: “jugar en la altura es una gran ventaja para los bolivianos… los otros equipos no están acostumbrados y simplemente tienen que intentar adaptarse”.
¡Cuántas historias!
A fin de cuentas, siempre es una bola que rueda, y hasta ahora la hemos hecho rodar mejor que muchos otros en este torneo.
Ganamos la ronda preliminar con pleno de puntos y sin recibir un solo gol.
Ganamos, entre otros, a Venezuela y Uruguay en este grupo… ¡no los últimos en llegar!
Luego fue el turno de Colombia en cuartos y hace tres días el de México en semifinales.
¡Qué partido, chicos!
Bajamos después de unos minutos y tardamos en reaccionar.
El miedo a no conseguirlo, a tener que rendirse en el último obstáculo antes de la final se había apoderado de nuestras piernas.
Entonces fue nuestro crack Erwin “Platini” Sánchez quien nos dio esperanzas de nuevo al encontrar el empate con un impresionante tiro libre.
Entonces nos desbloquearon y poco después llegó el 2-1… ¡y lo marqué!
Ni siquiera vi el balón… ¡me dio en la rodilla y acabó en la red!
Bueno… un poco de suerte en la vida no hace daño!
Nuestro público enloqueció y el 3-1 de Moreno en la final selló nuestra victoria.
Ahora estamos aquí, esperando estas últimas horas que nos separan de una final histórica.
¡La Paz está como loca!
Todo el pueblo boliviano estará con nosotros en la cancha para apoyarnos.
Para intentar una hazaña casi imposible.
Es el Brasil de Ronaldo, de Romario, de Leonardo, de Roberto Carlos, de Denilson y de Dunga.
Dan miedo… pero precisamente por eso no tenemos nada que perder, así que… ¡intentémoslo!
Ramiro ‘El chocolatin’ Castillo no jugará esa final.
Unas horas antes de salir al campo recibe una llamada telefónica.
La peor llamada posible para un padre.
El hijo de Castillo, Juan Manuel, de 7 años, está afectado por una grave forma de hepatitis.
Su estado es muy grave.
Ramón abandona el retiro y se apresura a ir al hospital de La Paz, donde su hijo está siendo tratado.
La situación es desesperada.
Ramiro no se moverá de allí, de la cabecera de su pequeño Juan Manuel.
Todavía está en la memoria del pueblo boliviano la histórica victoria contra Brasil en 1993, que supuso la primera clasificación de Bolivia para el Mundial, cuando Ramiro lo celebró con sus compañeros recorriendo el campo con el pequeño Juan Manuel a hombros.
Juan Manuel no lo consiguió.
Dos días después de su hospitalización, el pequeño dejó a su madre y a su padre para volar hacia el cielo.
Ramiro está destrozado.
Todo el pueblo boliviano se apiña en torno a él y a su familia.
La solidaridad y el afecto de los amigos y compañeros de equipo es enorme.
Ramiro, que tras muchos años en Argentina en equipos de prestigio como River Plate o Rosario Central había decidido recientemente volver a su país, Bolívar, quiere dejar el fútbol.
¿Qué sentido tiene correr detrás de un balón cuando las noches son insomnes y por la mañana no tienes fuerzas ni para salir de la cama?
Su estado depresivo es obvio, manifiesto.
Las primeras semanas son terribles.
Ramón ‘el chocolatin’ Castillo es un fantasma.
Entonces sus amigos más cercanos y su esposa le convencen.
Reanuda el entrenamiento.
Corre, suda, lucha… sus compañeros intentan por todos los medios hacerle sonreír, ayudarle a recuperar el interés por el fútbol… y por la vida.
El campeonato comienza de nuevo y Ramiro vuelve al primer equipo.
Lo peor parece haber pasado.
También vuelve a la selección nacional.
Se trata de la clasificación para el Mundial de Francia que se disputará el próximo verano.
Todo inútil, todo efímero.
La cabeza siempre vuelve allí… todos los días.
Por su cachorro, por su pequeño Juan Manuel que un destino bastardo le arrebató demasiado pronto.
Y el 18 de octubre de 1997.
Ramiro aparece ahorcado con una sábana en su casa de La Paz.
El día anterior, el pequeño Juan Manuel habría cumplido ocho años.